12 mar 2012

La verdad de la milanesa.


Ahora estoy pintando una tela de 120 x 120. Es grande, me costó llegar a ella porque la empresa siempre es pesada y desafiante. Esa tela tiene un trabajo de dibujo previo muy cuidado. O por lo menos muy trabajado, que no empezó en ella sino en un papel. Porque es ahí donde me siento cómodo. Yo nunca hago un dibujo de primera. Pero no por torpe o inhábil sino porque el sistema de dibujo, que a la vez es de trabajo, y que a la vez es de juego, tiene por esencia dibujar y borrar en un proceso que no tiene explicación. Al menos no una que yo pueda dar. Dibujo y borro. El papel se marca, le van quedando huellas de lo dibujado y borrado, de lo descartado porque sí, porque no era eso lo que buscaba aunque nunca sé que busco. No importa. Lo cierto es que ese azaroso y obsesivo juego de horas (sí, horas) empieza a fijar algunos elementos, a desarrollar algunos hallazgos y a explotar lo que la estructura que va quedando debajo de tanto borroneo empieza a sugerirme. Así las certezas van creciendo. Este ritmo de acá que se repite allá está bueno, me gusta. Es rendidor. Esta forma de allá si la invierto y se la adiciono a esta me da esto otro que parece aquello, que también podría ser esto otro. ¿Y si fuera la que hice en aquella otra obra pero más alta? ¿Y si todo aquí fuese más alto, o más macizo? En fin, cosas así de arbitrarias. Esta tela contiene un dibujo que considero logrado. De la serie que forma parte, al menos, el más logrado, Y me gusta. Me llama, me provoca. Y me traiciona porque cuando lo hice no tenía todas las cosas que le voy encontrando con el paso de los días. Definitivamente es un buen dibujo. Después va a la tela y sufre alguna mutación, por lo general, leve. Y queda ahí planteado como un trazado de cal, una cancha donde se va a jugar un partido que uno planifica hasta donde puede. Y con el pincel abajo del brazo sale a jugar, con todas las ganas. Un partido raro porque el rival es uno mismo. Acá todo puede pasar. Uno pasa de ser Maradona al peor pata dura en un santiamén. Es la pintura. Freddy Sorribas, amigo pintor piriapolense dice algo que me gusta muchísimo "la pintura es algo que sucede mientras estás pintando". Me gusta porque es así. Tener planes, propósitos, es bueno. Para mí, imprescindible. Pero no te garantiza nada. Hoy voy bien, metí un par de colores que funcionan bien, que prometen funcionar mejor cuando lleguen los otros que -por supuesto- no sé cuales serán. El plan -el gran plan maestro que todos los soberbios tenemos en la cabeza- está. Ahora viene la del título.

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